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miércoles, 30 de abril de 2008

«Ponceando» con la píldora

Patricia Roa
Primera mujer presidenta del Centro de Alumnos de Derecho de la Universidad de Chile, navega en las aguas del poder gracias a una buena red de relaciones y una simpatía innata. Sobrevive en el masculino entorno del ministro del Interior con una asertividad a toda prueba. Le han dicho la Dama de Hierro y aunque es católica observante y nunca hizo fe del marxismo, desde 1998 es la miembro más joven del Comité Central del Partido Socialista. Como para no perderle la pista.
Como suele ocurrir en nuestra sociedad, nuevamente se intenta zanjar una cuestión trascendental mediante una definición accesoria. El pronunciamiento del Tribunal Constitucional contra la píldora del día después —fallo cuya filtración resulta inaceptable— ha supuesto la imposición del criterio de unos pocos sobre un tema que debería ser concordado por el conjunto de la sociedad y que ésta no ha discutido en profundidad.

En vez de abordar seria y públicamente el debate sobre qué educación sexual queremos dar a nuestros hijos, qué tipo de familia anhelamos construir o cómo apoyar la maternidad responsable y el embarazo adolescente no deseado o producto de una violación, un grupo de parlamentarios de la Alianza transfieren la decisión a los integrantes de un tribunal, suplantando el acuerdo social. Así se evita la discusión de fondo en la miopía de lo instrumental: la distribución de una pastilla, y de paso se dota a este proceso de un carácter simbólico, al encarnar en él la madre de todas las batallas de la moral pública. El tema de la píldora es un llamado de atención sobre cómo se discuten los temas públicos en el Chile de hoy o más bien cómo no se discuten.

La decisión del Tribunal preocupa porque se soluciona, por la vía de la mirada jurídica, un aspecto que antecede a la dictación de las leyes; y además porque su fallo rompe con el principio de igualdad: lo prohibido para unas es permitido para otras. Si sólo accedes al sistema público, no puedes usar la píldora del día después, pero si tienes dinero para pagar una consulta privada y una farmacia o para viajar al extranjero, entonces sí puedes tomar la píldora y ¿ya no es abortiva? Absurdo.

Es de esperar que a partir de la polémica que ha generado este fallo podamos abocarnos a lo principal y dejar de lado la obsesión por lo accesorio. Asimismo, nos vendría bien una reflexión respecto de por qué las adolescentes pokemonas “poncean” sin profundizar y para no embarazarse, o las peloláis optan por el sexo oral para conservar su virginidad. De todo ello nos enteramos a diario y de manera anecdótica gracias a la televisión, pero estos fenómenos no permean a una esfera política que insiste en mantener una agenda de “grandes temas” donde la vida cotidiana no parece tener cabida.

Aprovechemos la oportunidad que representa este debate para afrontar, de una vez por todas, los problemas reales de la ciudadanía. Que la realidad no se nos pase por el lado mientras nos distraemos en el debate público.
Tomado de La Segunda

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